Aferrado nuevamente al Hugo Boss que me regalaron mis amigos allá cuando hace ya casi un año me decía el calendario que me disponía a vivir mis sesenta navidades, me dispongo a volver a garabatear el papel reciclado del que está formado el cuaderno que me regaló la editorial tras la publicación de mi tercer libro.
¿Y de qué hablar? ¿Qué forma y contenido tendrán esos garrapatos que tan caro se han vendido para ver la luz nuevamente?
Está claro que esta segunda oleada pandémica ha afectado como no debiera a mis neuronas encargadas de ensuciar el papel virgen; un papel virgen que si tuviera alma y un mínimo de orgullo, se hubiese enfurecido conmigo cuando lo tatué con la "A" que da comienzo a este intento de artículo, más que nada por haberlo tenido olvidado durante tanto tiempo. Y si además de alma y un pelín de orgullo, tuviera voz, me echaría en cara una interminable ristra de momentos en los que he empleado mi tiempo en mil y una cosa en vez de hacerle compañía.
¿Me preguntaría si gozaba más con las conversaciones que tengo con mis amigos por vídeo llamadas ante la imposibilidad de abrazarlos, que con la dulce sensación de ver plasmados mis pensamientos, locuras y elucubraciones en su superficie? ¿O quizás me preguntaría que si prefería el continuo pensar en el que estamos inmersos con el fin de actuar correctamente para no ganarnos la compañía del dichoso virus, a esa sonrisa que tantas veces esbocé cuando en su fina planicie veían la luz mis invenciones mentales? Pero en, verdad no creo que se enervase conmigo, ya que el papel es muy noble; tan noble que muchas veces el que se enfurece soy yo leyendo algunas cosas que se plasman en su superficie. Es tan noble que lo soporta todo. Bueno o malo, verdad o mentira, lo soporta todo. Y eso es lo que me exaspera. ¡Ten sangre!, me entran ganas muchas veces de decirle. ¡Sublévate ante las mentiras, ante las injusticias y antes las atrocidades que se plasman entre tus renglones! ¡No te conviertas en portador de falacias, trolas y engaños! ¡No seas pasquín de memeces, engaños y filfas!
Pero no; creo que esta batalla la tengo perdida.