martes, 17 de noviembre de 2020

LA NOBLEZA DEL PAPEL


 

Aferrado nuevamente al Hugo Boss que me regalaron mis amigos allá cuando hace ya casi un año me decía el calendario que me disponía a vivir mis sesenta navidades, me dispongo a volver a garabatear el papel reciclado del que está formado el cuaderno que me regaló la editorial tras la publicación de mi tercer libro.

¿Y de qué hablar? ¿Qué forma y contenido tendrán esos garrapatos que tan caro se han vendido para ver la luz nuevamente?

Está claro que esta segunda oleada pandémica ha afectado como no debiera a mis neuronas encargadas de ensuciar el papel virgen; un papel virgen que si tuviera alma y un mínimo de orgullo, se hubiese enfurecido conmigo cuando lo tatué con la "A" que da comienzo a este intento de artículo, más que nada por haberlo tenido olvidado durante tanto tiempo. Y si además de alma y un pelín de orgullo, tuviera voz, me echaría en cara una interminable ristra de momentos en los que he empleado mi tiempo en mil y una cosa en vez de hacerle compañía.

¿Me preguntaría si gozaba más con las conversaciones que tengo con mis amigos por vídeo llamadas ante la imposibilidad de abrazarlos, que con la dulce sensación de ver plasmados mis pensamientos, locuras y elucubraciones en su superficie? ¿O quizás me preguntaría que si prefería el continuo pensar en el que estamos inmersos con el fin de actuar correctamente para no ganarnos la compañía del dichoso virus, a esa sonrisa que tantas veces esbocé cuando en su fina planicie veían la luz mis invenciones mentales? Pero en, verdad no creo que se enervase conmigo, ya que el papel es muy noble; tan noble que muchas veces el que se enfurece soy yo leyendo algunas cosas que se plasman en su superficie. Es tan noble que lo soporta todo. Bueno o malo, verdad o mentira, lo soporta todo. Y eso es lo que me exaspera. ¡Ten sangre!, me entran ganas muchas veces de decirle. ¡Sublévate ante las mentiras, ante las injusticias y antes las atrocidades que se plasman entre tus renglones! ¡No te conviertas en portador de falacias, trolas y engaños! ¡No seas pasquín de memeces, engaños y filfas!

Pero no; creo que esta batalla la tengo perdida.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

PASABA POR AQUÍ


https://www.youtube.com/watch?v=O0HCgYAZajw


Nunca pensé que la verbena popular con motivo de las fiestas patronales de aquel pueblo perdido de la mano de Dios, en la serranía malagueña, pudiese ser el despertar de un amor que ni el que vivieron aquella pareja de enamorados que según la leyenda terminaron volando, cogidos de la mano, por el tajo que desde entonces recibió su nombre por la hazaña que habían realizado, porque morir por amor también es una hazaña y es cosa de héroes. No solo nacen los héroes en las guerras, también nacen en el amor.

Y eso que yo tan solo pasaba por allí. 


Y allí te encontrabas, tan bella como la Venus de Milo, superando la luz que desprendía aquel sol de verano cuando no era más tarde de las cuatro y diez. Y yo, sorprendido, obnubilado por esa belleza sin parangón para mis ojos, me atreví a sacarte a bailar, a bailar un lento que tocaba entonces la orquesta, encontrado un no, pero un no deseoso de posar tus brazos sobre mis hombros, y todo por las miradas celosas del estúpido de tu marido.

Pero yo seguí allí, en aquella verbena interminable; pero seguí porque tú seguías siguiéndome con tu mirada, llegando a imaginar que sería terriblemente absurdo vivir sin tu latido. Y la fiesta continuaba, y anocheció, y llegó la madrugada. Yo, recostado en aquella barra de metal con propaganda de coca cola y tú, con la misma mirada hacia mí, quizás más intensa y deseosa, en el otro extremo. Y por fin llegó el alba, ese alba que nos unió y nos hizo entrar dentro el uno del otro.

Desde entonces, no dejo de pensar que de alguna manera tendré que olvidarte, ya que entre los tres no pudimos organizarnos.



Al inspector Avilés, porque solo los dos sabemos lo que sabemos.