Una vez más tengo que hablar de la amistad, y una vez más me encuentro en la necesidad de plasmar con renglones que me salen de muy adentro esas sensaciones que tengo la gran suerte de experimentar, suerte que no es otra que la de pertenecer a un grupo de amigos que si hubiese que ponerle algún calificativo no cabría otro que el de superlativo o incomparable.
El pasado viernes, con ocasión de la presentación del libro escrito por uno de los miembros del grupo, al que introdujeron otros dos miembros del mismo grupo con unas muy sentidas frases, y mientras me llenaba de gozo con cada una de las palabras de los tres actuantes, y sin perder ripio de todo lo que decían, se me vino a la mente una de las obras del gran Alejandro Dumas, el padre. “Los tres mosqueteros” era la obra, aunque en verdad, como sabéis, fueron cuatro. Aquella complicidad que se respiraba entre los cuatro protagonistas del libro de Dumas, el padre, era el mismo que se respira entre cada uno de los componentes del grupo. El famoso lema de los tres mosqueteros de “todos para uno y uno para todos” lo vi plasmado durante toda la duración de la presentación del libro. Y sí, así lo vi y lo viví. Porque en las tres actuaciones, la del autor y las de sus dos introductores que le precedieron, observé como cada uno de los restantes miembros del grupo allí asistentes, animaban con sus gestos, ademanes, muecas, incluso aspavientos, haciendo suyas cada una de las palabras que salían de sus bocas; incluso percibía que los dos miembros del grupo que no pudieron asistir al acto por tenerse que ajustar a la maldita distancia, se encontraban arropando a los actuantes.
Y es digno de estudiar la idiosincracia y personalidad de este grupo, porque al igual que ocurriera con los mosqueteros, en los que las personalidades de Athos, Portos, Aramís y
D´Artagnan eran bien distintas, en este caso que nos ocupa, vemos que la de cada uno de los once miembros son bastante diferentes, pero que cuando llega el momento de acometer cualquier empresa o vivir un momento de cierta envergadura, hacen causa común.
Porque hay que ver lo distinto que eran Athos y Aramís. Mientras que el primero se caracterizaba por su personalidad reservada y modales refinados, aunque algo amante de los caldos “baconianos”, el bueno de Aramís, inflado de aparentes contradicciones y muy cercano, a veces, a la santa iglesia, destacaba por su elegancia y éxito con las mujeres. Y no hablemos ya de las diferencias entre Porthos y D´Artagnan. Mientras uno era parlanchín y algo ingenuo, aunque leal como el que más, el último en llegar al grupo, D´Artagnan, era …..............., el marido que toda madre quiere para su hija. Pues eso mismo pasa en mi grupo, todos tan diferentes, pero constituyendo un grupo casi perfecto en el que cada quien aporta su fuerza y talento especiales.
Nadie de los once es Athos, ni Portos, ni Aramis, ni D´Artagnan; y mucho menos el señor de Treville. Y sólo espero y deseo de seguir sin toparnos de cara con algún que otro cardenal Richelieu y mucho menos con una Milady de Winter.
Porque hay que ver lo distinto que eran Athos y Aramís. Mientras que el primero se caracterizaba por su personalidad reservada y modales refinados, aunque algo amante de los caldos “baconianos”, el bueno de Aramís, inflado de aparentes contradicciones y muy cercano, a veces, a la santa iglesia, destacaba por su elegancia y éxito con las mujeres. Y no hablemos ya de las diferencias entre Porthos y D´Artagnan. Mientras uno era parlanchín y algo ingenuo, aunque leal como el que más, el último en llegar al grupo, D´Artagnan, era …..............., el marido que toda madre quiere para su hija. Pues eso mismo pasa en mi grupo, todos tan diferentes, pero constituyendo un grupo casi perfecto en el que cada quien aporta su fuerza y talento especiales.
Nadie de los once es Athos, ni Portos, ni Aramis, ni D´Artagnan; y mucho menos el señor de Treville. Y sólo espero y deseo de seguir sin toparnos de cara con algún que otro cardenal Richelieu y mucho menos con una Milady de Winter.
En honor de Benito, Francisco Javier y Francisco José