Entré
en la playa indeciso, dispuesto a la lucha porque sabía que los
enemigos estaban merodeando, escondidos, agazapados, invisibles,
mimetizados. Y yo, creyendo que estaba preparado, inmune a cualquier
ofensiva enemiga, al igual que creía el que atacaron, me encontraba
equivocado, pero muy equivocado; y eso que me atavié con la del
zorro. Pero como yo soy muy cumplidor de refranes, hice de mí, y
allí donde fui hice lo que vi, por lo que Antonio Banderas, dejó de
ser el zorro para convertirse en don Diego de Mendoza; eso sí,
salvando las distancias (de Cádiz a Málaga hay doscientos treinta y
tres kilómetros más o menos; digo yo).
Y
la verdad era que aunque había muchos zorros a mi alrededor, más de
los que debieran se convertían en “orros”, “rros” y algunos
en “os”, y para eso, como le dije a alguno, porque se lo dije,
que conste que se lo dije a uno, “enfréntate a pecho descubierto
al enemigo, pero espero que no te hayan sorprendido ya, pues no
desearía compartirlo contigo, zo mamón” (lo de “zo mamón” no
se lo dije, pero lo pensé). Y encima se me enfada, lanzándome una
mirada “perdona vida”, que yo, que nunca he sido amante de lides,
pensé que lo único que tenía que hacer era apartarme de su radio
de acción, o lo que es lo mismo, respetar lo que en estos tiempos se
mal denomina “la distancia social”. Otra alternativa, como hacen
otras respetuosas personas, hubiese sido marcar en mi celular el cero
noventa y dos, pero “pa qué”, si no va a venir nadie, si por
aquí hay otra lid encarnizada a nivel municipal que está provocando
entre otras muchas cosas, que los don Diego de Mendoza campen por las
playas a sus anchas. Así que lo mejor que hice es darme una
vueltecita por las olas, que según han dicho desde el principio de
esta realidad que nos ha tocado vivir, la sal puede con el enemigo.
Añorado
verano del diecinueve, que visto lo visto, podemos decir que fue un
verano azul, sin Chanquete, pero azul; azul con sardinas y caballas.
Y ya que aguas pasadas no mueven molinos, digamos eso de “esperado
verano del veintiuno”. Y eso es lo que hay. Hasta entonces,
esperemos que Catherine Zeta Jones nos siga aceptando con la máscara;
o sin ella.
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