miércoles, 11 de mayo de 2022

PRIMERA ETAPA DEL CAMINO FRANCÉS.

Diez años, quizás algunos más, me ha costado decidirme en hacer realidad esa idea que tanto espacio de tiempo ha ocupado en mi pensamiento, idea que no es otra que la de hacer el Camino de Santiago. Pero hacerlo a lo grande, hacer el camino francés. Y algo más, ya que si este itinerario tiene el inicio de su primera etapa en San Juan Pie de Puerto, el que comienzo en el día de hoy lo tendrá en Saint Etienne de Baigorry, unos catorce o quince kilómetros más. 


PRIMERA ETAPA: Saint Etienne de Baigorry - San Juan Pie de Puerto.

Los primeros pasos de esta primera etapalos doy a las 7,15, después de haber desayunado un par de croissants, un café con leche, medio bocadillo de chorizo pamplonica que me compré el día anterior y una manzana. 

Nada más salir del núcleo urbano de S.E, de Baigorry me doy de cara con un frondoso bosque de abetos, salpicados de algunos enebros como si de reliquias de un pasado más favorable para ellos. Los vientos y la humedad atlántica favorecen su verdor único. 

No me encuentro con ningún peregrino, dándome la extraña y agradable relación de que la serpenteante y ascendente senda fue esculpida en el suelo exclusivamente para mí. Me siento pleno. henchido; soy el dueño del mundo, y sobretodo, que es con lo que más gozo, me siento dueño de mí mismo; solo una banda de buitres y una pareja de quebrantahuesos me acompañan en mi caminar. Pero el vuelo circular y ligeramente descendente de los buitres leonados me hacen pensar que vienen por una presa que habrán olido a kilómetros. ¿Será el cuerpo del colombiano que escapó de los gendarmes con dos disparos en la espalda el mismo día que llegué a Saint Etienne de Baigorry? Podría ser. Si me lo echase a la cara seguro que lo reconocería, más que nada porque al salir esta mañana me dediqué a arrancar de la pared cuatro o cinco pasquines con su cara y su nombre, Aarán Cienfuegos, y con un rótulo en el que se leía en letras mayúsculas la palabra Recherché. Podría ser que hubiese intentado huir hasta España y que las fuerzas le hubieran abandonado o que se hubiera topado con cualquier alimaña. Podría ser. La verdad fue que el miedo se adueñó de mi cuerpo. El motivo de hacerme con esos pasquines no fue otro que, tras olvidárseme haber comprado papel higiénico, coger esos papeles pues cabría la posibilidad de que en el camino tuviese la necesidad de abonar la tierra.

La soledad de la que disfrutaba hasta ese momento, se convirtió en un pavor abrasador. Cualquier crujido de las ramas de los abetos suponía un sobresalto; me faltaban ojos para controlar cada centímetro que llegaba a mi vista. Aceleraba el paso para llegar lo antes posible al final de la etapa, pero la sensación era que no avanzaba nada en absoluto. Y si cada paso que daba me sentía peor, la situación fue empeorando. La niebla cayó sobre mí. No, no podía ser cierto. Esperaba niebla para mañana, me dije, pero hoy no. Estuve tentado en varias ocasiones de dar marcha atrás y deshacer lo andado. Pero no. Qué contaría después. No sirvo para mentir, y lo que no estaba dispuesto es a reconocer mi ausencia de valentía. Qué dirían mis amigos, mis viejos vecinos que habitan en el pueblo que me vio nacer. No, eso sería lo último; aunque tuviese que enfrentarme a un oso pardo hambriento tras su período de hibernación.

Y así fue transcurriendo la etapa. Cuesta tras cuesta, repecho tras repecho y bajada tras bajada; y para más incordiar, el suelo de pizarra, hecho este que me costó varios resbalones. 


Y por fin, tras un claro abierto en el bosque, y tras haberse esfumado la niebla, vi en lontananza el final de mi primera etapa: San Juan de Pie de Puerto.

Nada más entrar en la primera de sus calles en el sentido de mi marcha, y en la pared de una casa casi derruida, vi el pasquín del tal Aarán, el colombiano, recordando, con la sonrisa en mi mente, que cuando peor lo estaba pasando en el camino, tuve una descomunal descomposición de vientre, teniendo que hacer uso de su cara ; y por dos veces.

Por fin pude echarme a la cara a una persona; qué tranquilidad y sosiego. La fachada de piedra con llagas blancas y puerta con arco de medio punto también de piedras allagadas, me anunció que estaba delante del albergue. Enseguida me dieron cama y comencé a a platicar con la que sería mi compañera de litera en la noche que estaba por llegar. De nacionalidad argentina y verborrea cálida, melodiosa y abundante, me habló de mil y una cosa; no me dejaba hablar. Solo cuando me dio por hablarle algo de mi tierra, me dijo que la noche anterior, porque ella llevaba allí tres días por una pequeña lesión de tobillo de la que ya estaba casi recuperada, había coincidido con un señor con poco pelo, aspecto enjuto, muy simpático y dicharachero, que tenía el mismo acento que yo.

Y aquí termina el relato de la primera etapa. Mañana me espera Roncesvalles y su Roland.

Hasta mañana.

1 comentario:

  1. Reto importante te has propuesto, pero sé que lo harás con gusto y que aprovecharás para adquirir situaciones para nuevas obras literarias. Sólo paciencia, etapa a etapa, y no mires al albergue de Arzúa u O Pedrouzo, llegarán.
    Suerte. Un abrazo

    ResponderEliminar