martes, 17 de mayo de 2022

OCTAVA ETAPA DEL CAMINO FRANCÉS: NÁJERA - SANTO DOMINGO DE LA CALZADA.

 OCTAVA ETAPA:  Nájera - Santo Domingo de la Calzada.

Martes 17 de mayo.

Como ya apunté en el la crónica de ayer, nuestras previsiones eran las de levantarnos bien temprano con el fin de, aprovechando la etapa corta, disfrutar de Santo Domingo de la Calzada. 


 Pero si pronto nos íbamos a levantar, más temprano estaba yo despierto.  Es verdad que nos acostamos a la hora de las gallinas, y a las diez ya me estarían oyendo roncar, pero con lo cansado que caemos en la cama es como para que no me despertase hasta que no sonase el despertador. Pues no. Eran las cuatro de la madrugada y ya estaba despierto, no volviendo a pescar nada de sueño. Y este desvelo mío en esta ocasión supe saber porqué estaba motivado. Estuve toda la noche, o eso fue lo que me pareció, con la imagen de Aarán Cifuentes en mi mente. Tan cerca mía lo vi que hasta tuve la sensación que me infringía el mismo castigo que a sus dos víctimas. Y lo peor de la situación era que, una vez despierto, seguía pensando en él, sin poder borrar sus facciones de mi mente. Tan obsesionado estaba con él que, en un momento de casi desesperación, pensé incluso en coger un taxi y adelantarme tres  o cuatro etapas, para desde allí seguir mi camino en sentido contrario, de esa manera me lo encontraría de frente, ya que de lo que estaba seguro era que no me podía llevar más de dos etapas de ventajas. La idea la tenía que madurar, incluso se la podía comentar a Juan Primor a ver qué le parecía. Conociéndolo como creo conocerlo ya, seguro que me contesta que deje de buscarme problemas.

El despertador sonó a las cinco y media, y antes que me diese tiempo a levantarme, ya se encontraba junto a mi litera la buena de Annika para cambiarme el vendaje, detalle este que le agradecí. Como también le agradecí a Erika que cuando llegamos  a la cocina ya estaba hecho el café y que el tostador estuviese funcionando. Estaba claro que las fisio suecas estaban por la labor de hacer un buen grupo.

   Tras desayunar salimos a la calle y comenzamos nuestra etapa de hoy. Teníamos una novedad y era que se añadió a nuestro grupo de cuatro una nueva componente. Se llama Laura y, al igual que yo, es andaluza y gaditana. A primera vista se veía muy simpática, pero vi en sus ojos que tenía algún tipo de carencia. El camino, si seguimos juntos, nos dirá.

Salimos de la localidad de Nájera con rapidez, ya que el albergue en esta ocasión se encontraba cerca de la salida en el sentido de marcha. Al igual que en el día de ayer, iba liviano de equipaje, ya que cuando contraté con el taxi el traslado de mi mochila lo hice por dos días, ya que el bono me salía casi igual que un día solo. De todas formas, la dolencia del tobillo había desaparecido por completo, dándome un poco de apuro de ver a mis compañeros de etapa cargados hasta arriba, sobre todo la nueva integrante del grupo, Laura.

Al igual que ayer, el camino no era complicado, dificultándose en alguna que otra ocasión con ligeros repechos no muy pronunciados. Las viñas van alternándose con los sembrados de cereales: trigo, avena y cebada; también campos de colza.


  El camino se hacía muy agradable. Mientras que Juan Primor se adelantó unos metros, treinta o cuarenta, con Erika y Annica, mirando esta última continuamente para atrás, yo me rezagué un poco con Laura; no sé si inconscientemente; creo que no. Desde un primer momento me resultó muy agradable, y aunque no gozaba de la sensualidad física  de las dos nórdicas, poseía otras muchas cualidades que la hacían más seductora. Su naturalidad, gracejo y sencillez eran atributos que la hacían que no pasase desapercibida. Tan a gusto me encontraba hablando con ella que, al verla que se quejaba un poco de la espalda, y sin que ella pudiera reaccionar, le cogí su mochila y me la eché a la espalda. La sonrisa que me regaló  por debajo de sus ojos rasgados merecía el esfuerzo.

Así llegamos hasta un merendero, sobre el kilómetro doce o trece, en las inmediaciones de la localidad de Cirueña, donde nos detuvimos para comernos unos bocadillos. Y cual fue mi sorpresa cuando Laura sacó de su mochila un bloc y unos lápices y comenzó a pintar la panorámica. Observé como se abstrajo y se evadió por completo. Era puro disfrute. Hasta los ojos tristes le cambiaron, llenándosele de luminosidad. ¿Me dejas ver? -le dije inmediatamente después que comenté al grupo que reanudábamos la marcha-. Me impresionó. Tenía plasmado en medio bloc, no sé cuantas panorámicas desde que saliese de Somport.

Al poco de reanudar la marcha nos topamos con una urbanización y un complejo con campo de golf; tanto una como otro desencajaban en el manual del peregrino, aparte de ser todo un desastre ecológico en medio del remanso de paz del que disfrutamos todo caminante. Bordeamos Cirueña y muy pronto descubrimos al fondo la silueta de Santo Domingo de la Calzada, donde como obelisco triunfador despunta la torre barroca de la catedral. ¿Os importaría adelantaros y me reserváis cama en el albergue?, quiero hacer un esbozo de esta vista maravillosa -nos pidió Laura-, a lo que yo le contesté que me llevaría su mochila.  


No podíamos dilatarnos mucho tiempo porque corríamos el riesgo de quedarnos sin cama en el albergue. Nunca, desde que salí de Saint Etienne de Baigorry, había visto el camino tan poblado de peregrinos como lo estaba viendo hoy; lo de hoy era un batiburrillo de colores a lo largo de todo el camino, una mezcolanza de nacionalidades y un enjambre de idiomas. Familia -me dirigí a Juan Primor y a las escandinavas- hay que meter el turbo en estos kilómetros finales. Y menos mal que aceleramos la marcha, porque si llegamos minutos más tarde nos hubiéramos tenido que buscar la vida fuera del albergue.

Hoy toca empaparme de la riqueza monumental de esta coqueta localidad. Mañana os cuento como me fue.

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